viernes, mayo 16, 2014

Canción del esposo soldado


He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mi dando saltos
de cierva concebida.

Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te me rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.

Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.

Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mi como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.

Escríbeme a la lucha siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado,
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.

Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano.
Y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.

Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas,
recorres un camino de besos implacables.

Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.

Miguel Hernández

Adolfo Celdrán

Joan Manuel Serrat

Miguel Hernández

José Mercé

martes, mayo 13, 2014

Con dos años



Con dos años, dos flores
cumples ahora.
Dos alondras llenando
toda tu aurora.
Niño radiante:
va mi sangre contigo
siempre adelante.

Sangre mía, adelante,
no retrocedas.
La luz rueda en el mundo,
mientras tú ruedas.
Todo te mueve,
universo de un cuerpo
dorado y leve.

Herramienta es tu risa,
luz que proclama
la victoria del trigo
sobre la grama.
Ríe. Contigo
venceré siempre al tiempo
que es mi enemigo.

Miguel Hernández

Luis Pastor

Jarcha

Miguel Ríos

Las cárceles


Las cárceles se arrastran por la humedad del mundo,
van por la tenebrosa vía de los juzgados:
buscan a un hombre, buscan a un pueblo, lo persiguen,
lo absorben, se lo tragan.

...

Miguel Hernández

Francisco Curto

lunes, mayo 12, 2014

La paz, por ti


Por ti la luz del hombre es más amada
y la sombra, por ti, más escondida.
Por ti altas cumbres puede ser la vida
y la muerte por ti ser enterrada.

 Por ti la noble mano encadenada
 puede ser justamente desceñida.
 Y por ti en la mañana conseguida
 puede la libertad ser liberada.

 No más, por ti, las nieblas, el espanto.
 No más, por ti, la angustia, el duelo, el llanto.
 No más, por ti, la sorda y triste guerra.

 Sí, por ti, el despertar de la armonía.
 Sí, por ti, el sueño humano a pleno día.
 La paz, por ti, la paz sobre la tierra.

Rafael Alberti

Gabriel Sopeña / Mª José Hernández

miércoles, mayo 07, 2014

La muerta


Si de pronto no existes,
si de pronto no vives,
yo seguiré viviendo.

No me atrevo,
no me atrevo a escribirlo,
si te mueres.
    
Yo seguiré viviendo.
    
Porque donde no tiene voz un hombre
allí, mi voz.
    
Donde los negros sean apaleados
yo no puedo estar muerto.
Cuando entren en la cárcel mis hermanos
entraré yo con ellos.
    
Cuando la victoria,
no mi victoria,
sino la gran victoria
llegue
aunque esté mudo debo hablar:
yo la veré llegar aunque esté ciego.
    
No, perdóname.
Si tú no vives,
si
tú, querida, amor mío,
si tú
te has muerto,
todas las hojas caerán en mi pecho,
lloverá sobre mi alma noche y día,
la nieve quemará mi corazón,
andaré con frío y fuego y muerte y nieve,
mis pies querrán marchar hacia donde tú duermes,
pero
seguiré vivo,
porque tú me quisiste sobre todas las cosas
indomable,
y, amor, porque tú sabes que soy no sólo un hombre
sino todos los hombres.

Pablo Neruda

Dúo Salteño

Pablo Neruda

jueves, mayo 01, 2014

Soneto de la dulce queja



Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua y el acento
que de noche me pone en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.

Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas; y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.

Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío,

no me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi otoño enajenado.

Federico García Lorca

Amancio Prada

Miguel Poveda

Pablo Milanés

Pablo Guerrero

José María Vitier / Martirio

La guitarra


Empieza el llanto
de la guitarra.
Se rompen las copas
de la madrugada.
Empieza el llanto
de la guitarra.
Es inútil callarla.
Es imposible
callarla.
Llora monótona
como llora el agua,
como llora el viento
sobre la nevada.
Es imposible
callarla.
Llora por cosas
lejanas.
Arena del Sur caliente
que pide camelias blancas.
Llora flecha sin blanco,
la tarde sin mañana,
y el primer pájaro muerto
sobre la rama.
¡Oh, guitarra!
Corazón malherido
por cinco espadas.

Federico García Lorca

Amancio Prada